martes, 31 de mayo de 2011

Franquismo: Un régimen autoritario


Aunque ese pomposo diccionario biográfico de la RAH, que hemos sufragado entre todos, no quiera decirlo, Franco fue un general golpista que se alzó contra la constitución y la legalidad entonces vigentes y se convirtió durante décadas en un dictador cruel y sanguinario.
La controversia suscitada por el impresentable encargado de redactar su perfil biográfico en dicho diccionario, ha sido recogida por los medios informativos. Se destacan varias de las inexactitudes sobre Franco vertidas, como la de su supuesto valor en el combate; pero destacan como especialmente falso y escandaloso el aserto que dice que Franco construyó un régimen autoritario, pero no totalitario, al aunar en el llamado Movimiento Nacional a todas las fuerzas que le apoyaron. Pues curiosamente, esto es lo único que es rigurosamente cierto sobre Franco de cuanto dice el dichoso diccionario. Parecen entender los medios de comunicación, tanto escritos como audio-visuales, que decir que el franquismo fue autoritario pero no totalitario es algo así como rebajar la crudeza de aquella dictadura, como si ambos términos fueran en gradación, y uno quisiera decir lo mismo que el otro pero de formas más suave. Nada más lejos de la realidad.
Cada vez más se produce un fenómeno de reducción de los significados, de simplificación de los conceptos, como si todo se limitara a ser "más" o ser "menos", a "mejor" o a "peor", a "bueno" o a "malo"; sin mayor complicación, y sin atender a lo que las palabras dicen en realidad. Y siendo esto grave, más lo es el desconocimiento total sobre la cuestión de que hacen gala los que presentan esta noticia dando por sentado que el franquismo era un régimen totalitario. Pues no señor. Era peor que eso.
En los años de la Guerra Civil, era vital para las pretensiones de los sublevados, esto es, para derrocar al gobierno legítimo de la nación, la inestimable ayuda de los regímenes totalitarios (estos sí) de la Alemania nazi y de la Italia fascista. En ese contexto, hemos visto en televisión estos días a Franco dando un discurso sobre la futura construcción de un Estado totalitario. En realidad, eso no lo hizo nunca, cosa que los periodistas de los telediarios y de la prensa, por lo visto, ignoran.
Durante la guerra, Franco se ocupó se aunar a los grupos que lo apoyaban (carlistas, tradicionalistas, monárquicos y falangistas) en un partido único: la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Acabada la guerra, creció la preocupación sobre la forma que debía adoptar el nuevo Estado. Los carlistas de Fal Conde y los monárquicos alfonsinos de Vegas Latapié, que daban por supuesta una renuncia de Franco como jefe de estado, pronto fueron ignorados por éste. El general, en realidad, lo único que pretendía fue lo que acabó haciendo: perpetuarse en el poder. Y para ello, al principio se apoyó en Falange. Como explica Stanley G. Payne en "La España del Régimen"(ed. Espasa), en 1940, la Junta Política dirigida por el "cuñadísimo", Serrano Suñer, propuso una especie de constitución falangista que empezaba así: "El Estado español es un instrumento totalitario al servicio de la integridad de la patria". Los falangistas propugnaban un estado unipartidista, con un Parlamento corporativista similar a la Italia fascista, y donde la junta política de la FET iba a ser una especie de senado soberano. Pero Franco archivó esta "constitución falangista", y no se comprometió con una estructura política tan férrea como la de las dictaduras totalitarias, pese al aparataje pro-fascista que se creó en torno a 1940-42. Dió peso en el gobierno a los militares, sobre todo a su "alter ego" Carrero Blanco, y fue convirtiendo al régimen en una dictadura personalista. En ella, el papel de Franco era arbitral, dejando a los diversos grupos que coexistieran (las "familias" del régimen), sin ensombrecer nunca el poder de Franco, en cuyo caso, quien lo hiciera era sustituído, como le pasó al propio Serrano. Nunca los falangistas le consideraron uno de los suyos, y siempre pervivió el recelo entre éstos y los militares, el grupo que le hacía contrapeso. Franco, en vez de apoyar el régimen en los grupos industriales, como los nazis o los fascistas, lo hizo en la Iglesia y en los terratenientes, grupos sociales más propios del Antiguo Régimen que de un Estado nacionalsocialista.
Siguiendo al profesor Tusell, en el "Manual de Historia de España" (ed. Historia 16), "el ejercicio de la función arbitral...permitía en un régimen NO totalitario que cada sector tuviera una parcela de poder político y social, que variaba de una época a otra atendiendo a las necesidades de supervivencia del régimen." También dice Tusell: "Mussolini estuvo limitado por la ideología del fascismo y por sus instituciones; Franco tenía, en puridad, un poder mayor"
En conclusión, claro es que el fascismo es una variante del totalitarismo que pretender hacer desparecer el pluralismo de opciones del liberlismo, por mor de la unidad. Pero esto no cuadra con el franquismo, ni con otras dictaduras de las llamadas "no totalitarias", como el populismo de
Perón en Argentina, o el Chile de Pinochet. Pero ello no quiere en modo alguno significar, que el franquismo fuera una dictadura más suave que los regímenes totalitarios, antes al contrario. Jackson, al que cité en mi anterior entrada, califica al franquismo de "dictadura militar reaccionaria", por el atraso y la vuelta a fórmulas del pasado que supuso. Dice Jackson: "Ciertamente, puede decirse que el general Franco creó el régimen más poderoso y represivo que haya existido en España desde el reinado de Felipe II".
P.D. En la foto, el alcázar de Toledo, que se convirtió en un símbolo para el franquismo.

viernes, 27 de mayo de 2011

La cuestión de la reforma agraria: tres ejemplos.


Para la ciencia historiográfica es tan claro como que dos y dos son cuatro que todo el proceso revolucionario liberal que conllevó el triunfo de la civilización burguesa en que vivimos se desencadenó de una llamada revolución agrícola, que supuso la conversión de la tierra en objeto de comercio. Para ello era preciso quitársela a sus propietarios seculares: la Iglesia y la aristocracia; al objeto transformar las explotaciones.
Ya el pensamiento ilustrado cayó en cuenta de esta necesidad incluso antes de las revoluciones políticas. Recuérdese por ejemplo la obra cumbre sobre la cuestión del gran pensador ilustrado español Jovellanos. Los primeros intentos desamortizadores, los muy tímidos de Godoy, e incluso los más ambiciosos del siglo diecinueve español, como el de la Ley General de Desamortización de Pascual Madoz, no pueden entenderse como medidas de transformación agraria sino como medidas de carácter fiscal, pues lo único que se buscó fue la redención de títulos de deuda pública mediante la venta en pública subasta de las tierras expropiadas.
Con esta salvedad, pueden encontrarse ejemplos de reforma agraria que buscaron realmente incrementar la productividad agrícola, lo que conllevó que la agricultura ejerciera sus funciones básicas en el proceso de la revolución industrial: producir alimentos para la población en crecimiento demográfico, crear un mercado que consumiera los productos de la industria, generar excedentes de mano de obra para la misma, y finalmente, formar capitales que pudieran ser transferidos del campo a otras actividades productivas.
Desde distintos ámbitos de poder, y no siempre revolucionarios, se emprendieron reformas estructurales que supusieran un cambio en los usos de la tierra, y, por supuesto, en sus formas de explotación. Actualmente, unos grupos de manifestantes conocidos como los "indignados", han incluído entre sus demandas la petición de una reforma agraria, cuya premisa base parece ser poner la agricultura en manos de los campesinos, prescindiendo de las multinacionales.
Obviando como digo, las desamortizaciones hechas con fines exclusivamente económicos; me permiso exponer con brevedad tres casos de intentos de reforma agraria.
Ejemplo 1: La revolución en Francia.
El movimiento popular, urbano y democrático que logró finalmente que cayera la monarquía en Francia fue liderado, en su facción más extremista por Hebert. Conocidos como "sans-culottes",(porque no usaban la prenda tradicional francesa, sino pantalones) estos artesanos y obreros de la ciudad impulsaron un proceso de radicalización que desembocó en la Convención Termidoriana y en el período conocido como "el terror". Se ejecutaron sumariamente a miles de "enemigos del pueblo", nobles y curas que eran los propietarios de la tierra. En 1793 se formó un ejército insurgente de campesinos contra la revolución: el movimiento de La Vendée. Liderados por algunos curas de pueblo, (los "blancos") miles de campesinos se rebelaron contra las medidas de la Convención, y contra los comisarios jacobinos que liquidaban a sus patronos a porrillo. Las tropas de la República se enfrentaron al ejército vendeano, "católico y realista". Las llamadas "columnas infernales" de Torreau atravesaron el Loira y derrotaron a las vendeanos en Savenay. Estos y sus jefes, los curas refractarios, fueron exterminados. Eran más de 200.000,y los liquidaron a cañonazon. Para darse más prisa, a muchos campesinos los hundieron a bordo de barcazas en el fondo del río.
Ejemplo 2: Las reformas del Zar Alejandro II
Éste fue un intento hecho, no desde un gobierno revolucionario, sino desde el mismo poder real. Lo primero que hizo el rey fue abolir la servidumbre en 1861, concediendo la libertad y un trozo de tierra en propiedad a millones de rusos que hasta entonces estaban adscritos a la tierra... y a su señor. Sustituyó las asambleas de los nobles por los "zemtvos", asambleas representativas que elegían a los miembros del gobierno regional de año en año. Pero, aunque aumentó la producción agraria, no se desarrolló la iniciativa individual, y persistió la explotación colectiva, el "mir"( aldea con tierras de cultivo colectico alrededor) Lo que se produjo fue un incremento demográfico parejo a ese aumento de producción, lo que generó un excedente de mano de obra que en pocas décadas fue absorbido por la industria. Nació así el proletariado industrial. Las protestas por la falta tierras debido al exceso poblaciomal, y las hambrunas y carestías de la nueva vida urbana e industrial, originaron grupos revolucionarios. El más radical, germen de los revolucionarios de octubre, se llamó, curiosamente "Voluntad del Pueblo". En Marzo de 1881 asesinaron al que fue conocido como "el Zar Libertador".
Ejemplo 3: La reforma agraria de la segunda república española.
El gobierno de Azaña contó como ministro de agricultura con un socialista, Marcelino Domingo, que, según palabras del propio Azaña, "no tenía ni idea de las cosas del campo". Para 1932, muchos terratenientes, temiendo una cofiscación, habían dejado sus fincas en el sur sin cultivar. La ley agraria de septiembre autorizaba la expropiación de millones de hectáreas de la nobleza, que eran explotadas por campesinos aparceros, previendo en teoría formas de explotación individual y colectiva. Para detalles, remito a un clásico, "La república española y la guerra civil", de Gabriel Jackson. Para resumir, digamos que el Instituto de Reforma Agarria creado "ac hoc" dedicó dos años a subastar grandes fincas al veinte por ciento de su valor en 1930. Es decir, que acabaron comprándolas los mismos propietarios, pero ahora dando cobertura legal a sus propiedades. En Extremadura y Andalucía se quemaron cosechas, se incendiaban casinos de los ricos de cada pueblo, y los anarquistas empezaron a dirigir a grupos de campesinos sin tierras analfabetos y empobrecidos, mientras miles de colonos aperceros veían como pagaban rentas que no les garantizaban luego el acceso a la propiedad de la tierra. Las consecuencias pueden ejemplificarse en los célebres sucesos de Casas Viejas, en Cádiz.
En definitiva, tres ejemplos de intentos de reforma agraria, desde un gobierno revolucionario, desde el poder real, y desde una república democrática, que en distintas épocas, países y circunstancias históricas, vinieron a arrojar parecidos resultados. Pregunta: ¿Se ha reflexionado realmente sobre la forma de pedir una reforma agraria como una de las opciones de mejorar la actual situación económica y social?
En la imagen, una pequeña explotación agraria en el entorno de la localidad gaditana de Espera, propiedad de jóvenes ciudadanos que intentan nuevos usos en la agricultura, una posible iniciativa de futuro, real y razonable.

martes, 24 de mayo de 2011

Manifestus-a-um

Adjetivo latino de tres terminaciones, que, entre otras acepciones, significa "poner en evidencia". También puede querer decir " que da a conocer".
En contra de lo que muchos "pseudo-progres" parecer creer, un manifiesto no es una amalgama de ocurrencias consensuadas por aclamación vociferante en una mal llamada asamblea. Lejos de eso, un manifiesto se origina por lo general en el pensamiento de alguien, y suele conformar de alguna manera un corpus ideológico (o doctrinario incluso) que en no pocas ocasiones desemboca en algún tipo de credo, político mayormente. Muchos de estos manifiestos, cuando han tenido éxito han supuesto una desgracia, históricamente hablando. En tiempos recientes, y obviando antecedentes de siglos ha, que por supuesto, los hay; fueron los militares los que con mayor ardor se apuntaron a eso de "manifestarse". Desde Riego hasta Prim, con mención expresa de los independizadores de las colonias americanas, José de san Martín y Simón Bolívar, muchos fueron los hombres de armas que prefirieron las proclamas políticas al ejercicio de su bélico oficio al servicio de la bandera que les pagaba, ya con una intención o la contraria. El último en dedicarse a tales menesteres.. por ahora, fue un general gallego, bajito y de voz atiplada, que dejó hondo recuerdo en estos territorios.
No solo militares, sino también políticos, se dedicaron a redactar manifiestos (v.g., el manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas del Castillo y remitido por el entonces joven Alfonso, hijo de su "bendita" madre Isabel II, desde Londres, gracias al cual nos quedamos sin la primera República)
En fin, que con motivos habitualmente espúreos, los manifiestos suelen darse entre gentes de determinada condición, con alguna intencionalidad política por lo común. Pero desde que a los señores Marx y Engels les dió por llamar Manifiesto a su formulación ideológica que postulaba, en resumidas cuentas, la lucha de clases, a muchos bienpensantes modernos les da por llamar "manifiesto" a sus retahílas de reivindicaciones, las cuales no encierran ni por asomo el menor atisbo de lo que se llama "idea". Dicho esto conviniendo en que la mayoría de esas ideas son desastrosas cuando se dan. El fascismo o el racismo son buenos ejemplos de ideas lamentables... pero ideas a fin de cuentas. También la "lucha de clases", que pusimos en práctica en este país a mediados de los años treinta del pasado siglo, fue una mala idea.
La última moda en lo que a manifiestos se refiere parece postular que lo mejor que se puede hacer en los tiempos actuales es no votar. Cierto es que los políticos son seres egocéntricos que vienen a causar bastante repulsión, pero eso es inevitable. Conforman una élite dentro de la cual se eligen entre ellos para conformar unas listas que exigen el refrendo del populacho mediante lo que se llama "votación". Y esta es la democracia que hay en cualquier país civilizado de occidente.
Podría decirse que es lo que hay. Se preconiza ahora, desde las plazas principales del país,y por gentes que poco han tardado en autoproclamarse "el pueblo" (ni que fueran el "Tercer Estado"), que no se vote, y se clama por el advenimiento de algo que llaman "democracia real". Algunos sociólogos dicen andar desconcertados ante el fenómeno de masas provocado por el poder de convocatoria de las nuevas tecnologías a traves de lo que se llaman "redes sociales". Muy propio lo de "redes".. por lo de "caer en las redes". Incluso algún catedrático eufórico compara estos hechos con los del Mayo francés; y hasta ve correlaciones, en el colmo de la frivolidad, con los movimientos revolucionarios de las repúblicas del mundo islámico.
Muy errados andan, a mi parecer, estos señores sociólogos. La capacidad del ser humano de apuntarse a cualquier cosa donde dar rienda suelta a su propio ego, es infinita, y mal haríamos en obviarla. No hay tras ello ningún manifiesto, ni ningún aserto que proceda del mundo de las ideas, sino del más prosaico de la notoriedad colectiva. Lo grave es que lo que se preconiza, el "no voto", es algo éticamente inasumible. No se puede no votar. Es una ofensa a miles de compatriotas que dieron su vida porque pudiéramos hacerlo. En el número 20 de la calle Atocha de Madrid hay una placa. Yo la leí una mañana de invierno de hace veintipico años. Rezaba así: "Aquí lucharon por la libertad, y murieron por defenderla..."